Jardín de Cactus
Situado en la encantadora localidad de Guatiza, dentro del municipio de Teguise, El Jardín de Cactus representa la última y magistral obra de César Manrique en la isla de Lanzarote. Aunque la concepción de este jardín se remonta a 1970, su realización no se materializó hasta 1989, abriendo sus puertas al público en 1990, tan solo dos años antes de la trágica desaparición del artista en un accidente automovilístico. Manrique eligió una antigua rofera, cantera de extracción de áridos, que había sido utilizada como vertedero en una zona agrícola con extensas plantaciones de tuneras dedicadas al cultivo de cochinilla, transformando así un espacio en estado de abandono en un lugar de extraordinario valor paisajístico.
Después de dos décadas de meticulosa creación, el jardín se erige como un testimonio de una arquitectura que entrelaza elementos decorativos y escultóricos con el entorno natural, realzando su belleza intrínseca. La piedra volcánica y los monolitos basálticos, que se han convertido en esculturas, son un legado de la época de extracción de tierra, pero es la exuberancia y el exotismo de los cactus lo que envuelve al visitante en un verdadero poema visual de formas, texturas y colores vibrantes.
El jardín está diseñado como un anfiteatro, donde las plantas se agrupan en diversas terrazas interconectadas por pequeñas escalinatas, y diminutos puentes permiten cruzar las lagunas, continuando el recorrido por senderos empedrados. En el corazón del anfiteatro, se alzan dos construcciones con cúpulas, que albergan una cafetería y una tienda de souvenirs.
La imponente escultura metálica de un cactus en la entrada y el estanque central adornado con plantas acuáticas son solo algunos de los encantos que ofrece este lugar. Ascender al molino del siglo XIX proporciona una vista panorámica espectacular del jardín, que se erige como un ejemplo sublime de la arquitectura paisajística.
Reconocido a nivel internacional, este jardín alberga más de 4,500 ejemplares de 500 especies provenientes de los cinco continentes, constituyendo una manifestación del arte total de Manrique, donde la arquitectura, la escultura, el interiorismo y la jardinería se entrelazan en un escenario que celebra la fusión perfecta entre arte y naturaleza.